Todo oscuro, demasiada penumbra, no encuentro un haz de luz a donde pueda escapar, no encuentro ni tristezas al pasar.
Falta un llanto sobre la piel, que las lágrimas nos describan en todo su recorrido, que vayan pintando al cuerpo con la sal que necesita, que despierte lo sensible, que haga gritar su desnudez. Tantos ojos que se cruzan en cotidianas odiseas, que traicionan a la mente con sus sonrisas pupilosas, en este mundo de arena que se desvanece entre huracanes ocultando ese rostro que quiere uno ver hace tanto, se escapa por su propio tiempo. Se esconde entre algún milenio. De repente vuelve el sol y nos quema con agonías, las piedras blancas reflejan la luz a su piel. Ahora puedo verte claro, cada vez mas claro. Admiro su hermosura, pero todo brilla de mas, su imagen no florece sino mas bien que decrece, miro al sol con odio, me hace estornudar, le cuestiono su maldad, empiezo a perder la vista todo se encandila, el me habla desde arriba , me pide que la escuche. Sus delirios me atormentan, no pertenecen a los míos, dejo de sentir su alma jugando sobre la mía, el agua del riachuelo hace un ruido hermoso que choca entre ramas y piedras, puedo sentir la corriente, puedo sentir que me llama, desvío mi cuerpo lentamente, me caigo hacia donde estaba, los ruidos me dan la vida, escucho algún nuevo timbre que me envuelve en sus historias, mis retinas se abren de nuevo, ahora se lo que me vuela, ahora se que es lo hermoso.
El cielo sonríe en el día más gris y aprendo que las imágenes no deben remitirme sentimientos, no deben remitirme a otra imagen.
Memoria, eternidad. Manifiesto
Hace 11 años
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