sábado, 27 de abril de 2013

Trip report Nº 324


Mis amigos, la mayoría estaban perdidos en la droga de moda y como humanos fundamentalistas que son ellos querían meterme ahí. Yo soy de mente abierta pero no un estúpido, justamente. No soy tan cerrado como para dejarme dominar por una mierda tan común, tan sin sentido. Si bien como buen antropólogo que soy decido aceptar una invitación.

La ocasión se da un domingo a las 20 hs. Los changos se preparan, están eufóricos, la verdad que ya los había visto drogarse y me intrigaba el estado místico que ellos alcanzaban. Nos encerramos, nos sentamos en sillones y es ahí cuando empieza todo su ritual; compran alcohol para acompañar el estímulo, siempre el viaje es distinto, por ejemplo a Kevin Ramirez hoy le pegó la euforia mientras que a Tony Gutierres le pegó violentamente, contra Kevin justamente, mientras que a otros dos participantes que no conozco les pegó para el lado de la simulación del estado de Kevin acudiendo con comentarios estúpidos. Gritos en exceso, tanto en el grupo como desde la calle comienzan a ingresar, similares a los de un simio, es de dónde venimos me reafirmo. Luego de constantes gritos una simia le contesta con más gritos desde su árbol con kichenet, otros simios de otros árboles de concreto comienzan a orquestar más gritos a la simia asegurándole que en un futuro próximo “la van a cagar culiando por Boliviana”

A los 45, por lo general 47, 48 minutos la droga deja de hacer efecto, se come algo y se prepara uno para la segunda dosis. Aquí se define el estado de ánimo de cada uno volviendo a su casa para luego continuar la noche. A mi esta mierda no me pega, me parece demasiado banal, no entiendo por qué pueden sentir con tanto placer la aguja de diversas corporaciones, no entiendo nada. Solo me desestructura en el sentido de pensar que es tan fácil dominar humanoides que me pega la paranoia. La euforia sigue, tanto negativa como positiva en los participantes, siento que sus energías son absorbidas por poderosos y que detrás de este ritual hay una gran mafia la cual los cegados de estas drogas no pueden ver, experimentan un ego colectivo a donde se atribuyen triunfos y derrotas que jamás han logrado, saltan de la pasión al odio sobre un número de personas que les definen su felicidad, pobres enfermos, pobres por creer tanto, pudiendo solo consumir se pierden. Los 90 minutos ya han pasado y siento que algunas neuronas han muerto, es la primera vez y ultima que consumo un súper clásico o cualquier partido televisado en mi vida. Ya he visto como ha destruido los cerebros, como ha desviado la verdadera atención. 

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