jueves, 28 de octubre de 2010

Fabula #327

Relato de un color en guerra.

El cielo es el único animal,
En dar inspiración a mi corral.
Ayudó a que broten ocho fuegos,
Desde la casa extinguiéndose,
Hasta la orilla del riachuelo de los colores eternos.
Pensaron que se derrumbó la existencia del mundo,
Cuando vendieron cada uno de dichos colores,
Pero sus rastros quedaron inmunes,
Eternamente en las fuentes,
Nos subestimaron al dividirnos,
Siendo todos en uno mismo.

Pero nuestra magia se había cotizado en papeles filosos:

Se echó al fuego el veneno sin dejarlo respirar hasta apagarlo en lo profundo del oscuro,
El cielo asustado se despertó esa mañana, enfurecido con la creación se encandiló en mi, escupí la sangre, y la carne por encima de las uñas de esos nuevos armadillos, sus manos planearon un exilio de entrañas y fuerzas desconocidas.
Me han hecho escultura, música y visión, me han hecho un color nuevo e imperceptible, me han tallado en la piedra de agua y abrazado en los campos poblados de mercurio.
Me dieron más vida sin saberlo, no encontraron la forma de vencerme, muchos descubrieron que las sinestesias no se cotizan, otros me quisieron vaciar, pero en realidad, no podían librarse de mí, de ninguna manera;
Y la guerra continuó con el pensamiento;

¡Partida ganada!
Solo fue un tonto pensar…

Al no poder volar ellos fuera de una simetría, creyeron conocer el tiempo y los antepasados de este, tocando las notas de la ignorancia. Creyeron ganar pero en realidad se estancaban en dimensiones sin luz, sin reflejos, un simple espiral negro que los absorbía fue lo ultimo que supe de ellos, por no creer en mi poder, por no verme creyeron derrumbar mi existencia. Fueron necesarios los rayos que me han dado esta vida , que me han hecho percibir, que me han hecho sentir más allá de cualquier cuestión conocida y desconocida para que pueda yo seguir intacto.
Inmortal.

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