Un ensayo
experimental sobre la rosca
(Y no de pascua)
Introducción:
Era el día
esperado, todos los conchudos planetas se alineaban para recordármelo, pero yo
los ignoraba por la dejadez propia del ser mas que por falta de instinto, un
viento de la puta madre empezó a vomitar miles y miles de hojas trayendo
kilómetros medidos en toneladas de tierra a mis ojos;
Los
cerré,
Los
abrí,
Los
cerré,
Los
abrí.
Continué hasta que empezaron a lagrimar, la
basura se fue y eso me dejó un poquito mas despierto. Me di cuenta nuevamente
que ese era el día, me levanté, Salí al viento, la luna mas que mirarme me olía
y susurraba al costado mío que lo increíble de las dimensiones no se atesoraba
en su estructura, sin entender la ironía de una luna secreteando no le presté
atención.
Llegamos al
lugar, nos sentamos, un ser muy extraño nos trataba con amabilidad, nos trajo
agua, luego un poco de soda y al verme cara de hambriento sumado a que la luna
no estaba llena se puso a hacer un
revuelto gramajo, puso música. La luna inestable ya, me golpeaba la pierna y me
decía:
Luna: ¡Apura paja, apura!
Llegó el
que tuvo que llegar, me mostró unas consolas de audio que tenia, la
intensificación perceptiva a la que sus bocinas te arrimaban era un acto de
magia por el cual la gente no paga en los teatros, hablamos, me contó algo
sobre el sonido, le dije que mi amiga estaba apurada y nos fuimos.
Planteo:
La percepción, un
asunto difícil de ser percibido:
En el
camino el satélite no cesó de generar pregunta tras pregunta afirmándose las
respuestas negativas a si misma, llegamos a mi casa, charlamos, fraccionamos la
víspera del ultimo ensueño, la catarsis se nos fue al rato, pues no entendíamos
el nudo simbólico que nos acarreaba a caminar, ahí mismo nos abrimos mas con la
luna y comprendimos esa situación de satélite que ella llevaba y el por que de
sus verdades y mentiras sociales, debatimos, escuchamos y opinamos uno sobre el
otro, como un debate hecho de loops, traspasando cualquier trasfondo optimo,
comprendimos la mierda única, éramos
luces que se adentraban en un estimulo ahuecado con mas estímulos, éramos el
saber mismo.
A partir de ahí abandonamos el cuerpo y nos
fuimos, las luces se hacían estupidas
por las caras que las alumbraban, los sonidos, intensos, medio putos por
partes, seguramente también se debían a la gente que les daba su escucha,
inmundicias de freaks que dejaban de existir a cada segundo y se aparecían
nuevamente en un ángulo exageradamente aberrante.
¡Mierda! Ahí comprendí lo increíble de las dimensiones,
la puta madre, estaba frito, estaba todo adentro… Y no pensé nunca en
vomitarlo, estaba pasado, hecho un demente.
Un
sádico con ganas de violarse una cabra me dio ideas interesantes, pero las
luces volvían a ser estupidas y los sonidos cada vez más putos y freaks.
Especies de bolcheviques ciber punk con cortes de francesitos aclamaban a su
semi dios humano, levantaban las manos como si fuese que había un puto Peron
dentro de la noche, alguna secuela de Eva, algún indicio de que lo mas grande
fue su mismísima esencia.
Conclusión:
¡Basta!
Caminar,
Caminar,
Aire,
Humo,
Caminar,
Humo,
Aire,
Caminar,
Aire.
Restringir
por demás de todo el contacto visual que nos han inventado, restringir la mirada,
nos llevará a ver lo que no hemos imaginado antes, las formas en todas sus
apariciones no dejan de ser nuevas, a cada segundo, a cada milésima se nos
dibuja aquí adentro una nueva figura que nadie ha inventado antes, acudiendo al
concepto alternativo del color, representándose en tu tacto, nuestro tacto.
Generando dentro de este mismo una historia de amor fallada que por moraleja me
enseñó a valorar a la vida, a ese cuerpo inexistente y a darme cuenta de que si
hay campaña política, no habrá hambre por las calles mas reconocidas entre esos
condenados días. Nuevamente el vomito del viento aparece, pero ahora acarrea
una nube de repasadores intransigentes que se posan cerca de mí y me rodean
enseñándome nuevamente a valorar la infinita cantidad de amor que aun existe en
el mundo.
¡Mierda
repito! Esta
explosión de colores se me atesora dentro de mí y me enseña que todo lo que me
han enseñado no ha sido en vano, por que por más óbice que sea la cuestión he
podido negarla, y adentrarme nuevamente en otro tipo de conocimientos que han
desembocado en el eterno legado de las incoherencias. Aquí mismo es el
descubrimiento de uno, en el aquí y ahora constantemente.
No importa
irse, estando aquí o para allá, importa descubrirnos en el inmenso campo de
nuestra única y por que no ultima desnudez.