A través de los cristales miró a la luna recordando sus lágrimas y todo su dolor, mientras que al verse en el espejo no veía nada más que una miseria que vivía a causa de suya, pues sin mar no habría más sal que pueda recorrer sus piernas.
Arrepentida de sus actos sin perder la fe se marchó hasta su casa, corría bajo los graves tonos que dejaban las gotas al romper con la única gran ilusión de encontrarla con vida. Sus pasos se hicieron saltos bajo la noche que usó de manta, sus ojos estallaron en el llanto más intenso confundiendo ya la lluvia con el líquido de las pupilas.
Cuando llegó a la casa ella estaba tirada cubierta por una sabana con el emblema sagrado. El ritual ya había terminado y mientras lloraba en su cuerpo ella también tomó el veneno, cerrando sus ojos pensando solo en cruzar ese umbral del reencuentro, donde el amor al ser lo mismo no seria prohibido, el nuevo mundo donde revivirían asesinando a lo más subjetivo.
Memoria, eternidad. Manifiesto
Hace 11 años